Aunque ande en valle de sombra

Foto por Marian Ramsey 

Foto por Marian Ramsey 

«Señor, que se haga tu voluntad»

Por Karla Olivares

«¿Cómo voy a seguir adelante sin mi padre?», me pregunté mientras estaba en la sala de espera de terapia intensiva. Mi padre estuvo veinte días internado. Fueron tiempos complicados y sin duda los más difíciles que he experimentado. Aprendí mucho sobre ambulancias y vocabulario de hospitales. Conocí familias con mucha necesidad, conviví con enfermeras, médicos, asistentes, trabajadoras sociales y camilleros. 

En plena pandemia los hospitales reciben más pacientes, pero menos familiares. No obstante, al tener a mi padre en terapia intensiva era indispensable que alguien estuviera las veinticuatro horas en la sala de espera. 

Mi hermana y yo nos turnábamos para estar de guardia, nuestros primos y esposos nos ayudaban quedándose por la noche. Armamos nuestro rol de apoyo y nos comunicábamos por WhatsApp para entregar los turnos. Sin duda, esta prueba nos unió más como familia, nos hizo confiar en el Señor y ponernos bajo su protección ante el peligro de ser contagiados por COVID-19. 

Hasta cierto punto pensé que la voluntad de Dios era que mi padre saliera del hospital. Mi plan era irnos a casa, acondicionar su recámara con oxígeno, contratar una enfermera para cuidarlo en todo momento e iniciar lo más pronto posible con su tratamiento de quimioterapia. Pero, ¿era ese el plan de Dios? No. Mi papá estuvo  intubado, sin poder hablar y vulnerable en la unidad de cuidados intensivos. Pero sé que el Señor tenía un propósito en todo esto: mostrar su gloria y soberanía. 

Creo firmemente que, de no haber tenido la Palabra de Dios como arma y refugio en esos días, hubiera enloquecido. Los pasajes bíblicos fueron un bálsamo para mi corazón, me ayudaron a enfocarme en Jesús y aferrarme a las promesas de Dios. Durante la hora de visita le recordaba a mi padre los textos de las Sagradas Escrituras. También tuve la oportunidad de compartirle a una señora y a un policía sobre el amor de Dios y ambos creyeron en Jesús. 

Desde el día en que me enteré de la enfermedad de mi padre mi oración fue: «Señor, que se haga tu voluntad». Dios decidió llevárselo a su presencia y ahí sanarlo de cáncer, darle un cuerpo nuevo y salvarlo. Estoy segura de que Dios escuchó mis oraciones y respondió. ¡La voluntad de Dios se cumplió! 

La muerte de un ser querido es un hecho que nadie desea vivir.  Nunca pensé que me pasaría a mí. Es difícil atravesar por estos valles de sombra y de muerte, pero aun en medio de estos el Buen Pastor está con nosotros. La muerte es una separación temporal, pero lo que viene después está lleno de esperanza: la vida eterna que tendremos con nuestro Creador.

Dios cumple sus promesas, contesta nuestras oraciones y nos inunda de su amor.


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