¿Tenemos amistades saludables o tóxicas?

Foto por Phil Eager

En la Biblia encontramos ejemplos de amistades saludables

Por Johanna Ochoa

En el camino encontraremos personas que se convertirán en nuestros amigos y algunos de ellos se volverán nuestros mejores amigos.

Sin embargo, también encontraremos amistades tóxicas. Es probable que ya hemos pasado por eso o quizás ahora estamos lidiando con una amistad así y aún no nos damos cuenta.

Un buen amigo nos conoce tal y como somos. El lazo de confianza es muy fuerte; sabemos que esa persona se preocupa por nosotros y nos apoyará en las buenas y en las malas. 

Sabemos que será directo con nosotros y nos confrontará con amor cuando sea necesario. Procurará que sus palabras sean de edificación y no de destrucción. En cambio, un amigo tóxico nos dice las cosas sin tacto ni filtro, y no lo hace con la intención de edificar.

Un verdadero amigo nos impulsa, motiva y alienta a ser mejores. Por lo contrario, un amigo tóxico se pone celoso de nuestro crecimiento y tal vez nos felicite pero con sarcasmo o ironía. Un buen amigo nos escucha con paciencia; un amigo tóxico sólo quiere ser escuchado y tener toda la atención. 

En la Palabra de Dios podemos encontrar varios ejemplos de amistades saludables. Mencionaré sólo dos: 

1. David y Jonatán: Este es un claro ejemplo de una amistad real y leal. Lo más lógico era que David y Jonatán tuvieran una enemistad natural al ser ambos aspirantes al trono de Israel. En cambio, tenían en común un inmenso amor y fe en Dios, de manera que confiaban en que Él tenía planes de bien para los dos. Ellos se fortalecieron y se animaron el uno al otro cuando pasaron por pruebas muy difíciles. A través de éstas, su amistad creció más y más.

En el libro de 1 Samuel se nos relata: «Jonatán, por su parte, entabló con David una amistad entrañable y llegó a quererlo como a sí mismo. Tanto lo quería que hizo un pacto con él: Se quitó el manto que llevaba puesto y se lo dio a David; también le dio su túnica, y aun su espada, su arco y su cinturón» (1 Samuel 18:2b-4 NVI).

2.  Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Estos cuatro jóvenes tenían en común un incomparable amor y temor a Dios. Fueron obedientes a la Palabra pues estuvieron dispuestos a morir juntos con tal de no defraudar a su Señor. Eran fuertes compañeros de oración. Un gran ejemplo de cuán necesario es tener amigos de buena influencia, que nos ayuden a mantenernos fieles a Dios y nos exhorten a hacer siempre lo correcto.

El libro de Daniel nos da testimonio de su valiente respuesta al rey pagano de Babilonia: «Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero, aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua» (Daniel 3:17-18 NVI).

Por eso, busquemos amistades con las que compartamos valores y no sólo gustos, que nos acerquen más a Dios y no lo contrario. De igual manera, nosotros tenemos que trabajar en ofrecer una amistad intencional, genuina y honesta. 

Trabajemos y esforcémonos en crear amistades saludables que sean de edificación para nuestra vida y la de los demás.


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