Un hogar en Medio Oriente

Serie: Rumbo al altar

Por Esencia

Soy Ana de Shearman y vivo con mi esposo en Chipre, una pequeña isla al sur de Turquía. Llevamos 1 año de casados.

Desde adolescente, tuve hermanas y amigas que me apoyaban en mi fe y que nunca me presionaron a tener novio solo por moda o edad. Al contrario, me desafiaron a esperar por el chico indicado y a honestamente evaluar mis intenciones y valores cuando creía estar interesada por alguien. Eso me ayudó mucho a no enredarme en relaciones serias hasta conocer a mi esposo.

También me ayudó la relación con mis papás. Aunque yo pensaba hasta los 18 años que me quería casar con un mexicano y que un extranjero jamás se fijaría en mí, mi papá decía que él no lo creía así, y eventualmente llegó el escocés que cambió mi opinión y me mostró el buen sentido del humor de Dios.

Vine a Chipre en el 2011 en un intercambio estudiantil de la universidad. «El amigo de un amigo» me dio el contacto de un par de iglesias aquí y cuando asistí a una de ellas decidí congregarme ahí durante mi estancia en la isla.

En esa congregación conocí a Jonathan. Él se «enamoró a primera vista» en una de nuestras primeras conversaciones, pero nunca me lo dijo hasta que nos hicimos novios 7 años después. Cuando nos conocimos él simplemente se enfocó en buscar oportunidades (y crearlas) para conocerme mejor como amiga invitándome a salir en grupo con los jóvenes de la iglesia.

¿Cómo supe que era él? Antes de hacernos novios oré por ciertas cosas en específico. Le pedí a Dios que si era Jonathan, estuviera de acuerdo en esos puntos que eran esenciales para mí y así fue. Creo que la clave fue la oración y la constante comunicación con Dios. Él abría puertas, pero también me hablaba sobre los retos que la relación conllevaría (como cualquier otra). Me dio paz, así como a mis papás.

Además, creo que fue fácil reconocer que quería casarme con él por la visión que compartimos. Ambos amamos Medio Oriente y sabemos que esta región del mundo siempre será nuestro «hogar».

Nos hicimos novios en Turquía. Teníamos dos años sin vernos cuando nos pusimos de nuevo en contacto y nos dimos cuenta de que habíamos tenido un malentendido en nuestra comunicación y que ambos deseábamos entrar en una relación. Anduvimos 1 año a larga distancia; él me iba a visitar por unos días a Turquía y luego yo venía a visitarlo en Chipre.

Fue muy bueno vivir la mayor parte de nuestro noviazgo fuera de nuestros países de origen, pues nos sacó a ambos de nuestra zona de confort y pudimos conocernos de otra manera.

Entre las claves de nuestra relación estuvo la amistad, aunque fue a la distancia, pero esto nos preparó para conversaciones profundas. Además, siempre nos tratamos como amigos, por lo que mantuvimos nuestras conversaciones «limpias», sin crear lazos verbales o sentimentales que pudieran atarnos el uno al otro.

Otra clave fueron nuestros padres. Mis papás y la mamá de Jonathan comenzaron a orar por nuestro cónyuge desde que éramos bebés. Cuando ellos conocieron al otro, bendijeron nuestra relación de diferentes maneras.

Por un lado, mis papás viajaron a Turquía para conocerlo y por el otro cuando yo vine a Chipre por primera vez como novia de Jonathan, su mamá me recibió en su casa con los brazos abiertos e hizo espacio en su agenda para salir conmigo, platicar y conocerme aún más.

En una de esas primeras conversaciones fue muy amable y honesta para decirme: «Si tú y mi hijo terminan casándose, estaré en su boda y los celebraré y me gozaré con ustedes con todo mi corazón. Pero si terminan decidiendo que esta no es la relación de vida para ustedes, aun así quiero que sepas que me gozaré contigo con el hombre que escojas y con Jonathan y su pareja».

Eso me alivió y me bendijo. Me quitó tanta presión viniendo de un país como Turquía donde ¡querían casarme a la semana con alguien que ni era mi amigo!

¿Qué te puedo aconsejar? No tengas prisa.

Matrimonio no es sinónimo de boda. La boda solo es un evento de un día, que es muy lindo, pero el resto de tu vida después de ese día es tu matrimonio. Disfruta el momento y lugar donde estás. Dios se encargará de llevarte a donde te tenga que llevar para presentarte al hombre que tiene para ti. Puedes descansar y confiar en Él. Preocuparte o afanarte por encontrar pareja no hará que Él apresure lo que ya tiene planeado. Sin duda lo hará.

Por otra parte, la vida de matrimonio es ceder todos los días y es irreal buscar un hombre con la mentalidad de que «debe ser y hacer todo lo que yo quiero». A menudo me doy cuenta de que como mujeres somos muy exigentes, y aunque no pensemos que «nadie nos merece» podemos llegar a comportarnos de esa manera. Si nosotras no somos perfectas, ¿por qué él debería serlo? Aprendamos humildad.


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