Parábola de las semillas
El jardín estaba destruido y las plantas desaparecidas
Por Nataly Vergara Adrianzén
Una niña que jugaba en el bosque decidió construir un jardín donde pudiera sembrar las plantas más maravillosas que jamás podría imaginar, para que fueran sus amigas y crecieran juntas.
La niña lo construyó con gran esfuerzo y luego fue a buscar las semillas. Primero se dirigió al río. Del otro lado vio los árboles con los frutos más hermosos que había en el bosque. El río era caudaloso y tenía que cruzarlo. Así que tuvo que esperar minutos, horas, días. Cuando el río bajó su cauce, ella cruzó, obtuvo la semilla y la sembró en su jardín. «Tú te llamarás paciencia, porque me enseñaste a esperar» le dijo.
Luego fue al monte en donde vio en lo alto un árbol recio y esbelto que hacía la sombra más frondosa. La niña intentó trepar y cayó, lo volvió a intentar y volvió a caer. Lo hizo tres, cuatro, cinco, seis, siete veces y volvió a caer, pero no se rindió. Y tras mucho esfuerzo al fin llegó a la cima y consiguió su semilla. Al sembrarla le dijo: «Tú serás perseverancia porque me enseñaste a nunca rendirme».
Luego la niña decidió ir por la última semilla, aquella de ese árbol que solo aparecía en la noche cuando alguien en verdad creía. Esa noche la niña aunque no veía nada, esperó creyendo. El árbol finalmente apareció. Ella tomó una semilla, la sembró y le dijo: «Tú serás fe, porque tuve que creer para conseguirte».
La niña cuidó de las semillas por largo tiempo. Estas empezaron a crecer y ella también. Se volvieron plantas con tallos, les crecieron hojas y empezaron a florecer.
Un día empezó una tormenta que inundó el bosque, la niña no pudo ir al jardín a visitar a sus amigas por muchos días. Preocupada por ellas, apenas la tormenta amainó fue a verlas. El jardín estaba destruido y las plantas desaparecidas.
La niña lloró, pero al volver a mirar se dio cuenta de que aún quedaban las raíces. Excavó y encontró que las raíces de fe habían sostenido a paciencia y perseverancia. La tormenta había arrasado, pero fe había resistido, sosteniendo a sus otras dos amigas.
La niña llena de alegría agradeció porque tenía esperanza de que ellas volverían a crecer. Solo necesitaba ser paciente, perseverante y tener fe. Pues la esperanza nace de estas tres, pero es la confianza en Dios la que la mantiene viva.
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