Los tres cerditos y la fe
¿Dónde estás cuando viene el lobo?
Por Keila Ochoa Harris
El lobo toca a la puerta y demanda que lo dejen entrar. El cerdito se asoma por la ventana y tiembla de miedo. «No, no, no. No puedes entrar aquí». El lobo se enfada: «Entonces soplaré y soplaré y ¡tu casa derribaré!» ¿Suena familiar?
Cuando todo parece ir bien, el lobo aparece sin previa invitación. Viene para robar, matar y destruir. Robar nuestra paz, matar la armonía, destruir nuestra fe.
Quizá como el primer cerdito hemos construido nuestra casa de paja. Pensamos que asistiendo a la iglesia —la que sea— una vez al año, acallamos la conciencia y cumplimos. Además, respetamos las creencias de los demás. Confiamos en nuestra fe de paja. Pero la paja es un material que si bien se construye fácilmente y deja tiempo de diversión, cae con un solo soplido.
Un problema es suficiente para hundirnos en la depresión o hacernos sentir atrapadas. No hay raíces, no hay fundamentos, no hay en qué apoyarnos.
El segundo cerdito construyó su casa con madera. Tardó un poco más. De hecho, la casa quedó más presentable. Pero la madera se consume con el fuego, y a final de cuentas, el lobo también la logró derribar.
La madera puede representar el ir a una iglesia y añadir buenas obras. Somos gente moral y educada. No matamos ni robamos. No hablamos con groserías. Leemos la Biblia e incluso rezamos. Pero cuando los problemas surgen, nos encontramos, como el primer cerdito, desprovistos del cobijo de un techo.
Pero miremos la casa del tercer cerdito.
El tercer cerdito tardó más en edificar su casa. Mientras sus hermanos jugaban, él trabajaba. Pero más que el esfuerzo, el éxito de su casa radica en el material que utilizó. En términos concretos los tres cerditos debieron hacer lo mismo: reunir el material y construir. Pero el tercer cerdito depositó su confianza en el ladrillo, en algo duradero.
La verdadera fe no hace por ganar puntos. La verdadera fe no cumple con requisitos. La verdadera fe simplemente cree que el material que ha elegido resistirá las tormentas. Y solo hay una roca en donde podemos depositar la fe: Jesús.
Uno va a la iglesia porque siente necesidad de reunirse con otros para adorar en conjunto. Uno hace buenas obras porque surgen de corazones agradecidos. Uno lee la Biblia porque desea conocer más a Dios. Uno ora porque es una necesidad el estar en comunicación con Dios. Pero en esencia uno no hace nada.
El lobo sopla pero la casa no se cae. No porque el cerdito la detenga. No porque el cerdito así lo quiera. No porque el cerdito sea mejor que sus hermanos. Sencillamente, porque la roca lo protege.
Jesús es la Roca de los siglos. Si depositamos nuestra fe en Jesús cuando venga el lobo la casa resistirá. Tal vez trepe por el techo y trate de bajar por la chimenea, pero aún entonces estará el fuego del Espíritu Santo para defender al que ha puesto su fe en la Roca.
¿Qué cerdito somos? ¿En qué hemos construido nuestra vida? Porque ciertamente el lobo es el mismo, y siempre buscará robar, matar y destruir.
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