Un pedacito de cielo

Foto por Armando Lomelí

Foto por Armando Lomelí

«La amistad nos acerca un poco más a la caridad, el amor totalmente desinteresado que todos ansiamos»

Por Laura Castellanos 

Los griegos dividieron el amor en cuatro categorías: amistad, afecto hacia la familia, enamoramiento hacia la pareja y amor a Dios. Si bien nos gozamos en los otros tipos de amor, la amistad nos acerca un poco más a la caridad, el amor totalmente desinteresado que todos ansiamos.

Es por eso que disfrutar de la amistad es tener un pedacito de cielo. ¿Por qué?

Porque la amistad no es exclusiva, comparte.

La amistad acepta el hecho de que el amigo tendrá otros amores. Cuando la amistad comienza a obligar al otro a ser el único en su mundo, ya no es amistad, sino obsesión. Cuando tienes un amigo, sabes que no eres el centro de su vida, ni esperas serlo. Lo aceptas en ese pacto tácito que implica la amistad. Es más, te gozas en conocer a los amigos de tus amigos y en ampliar tu propio círculo.

En el libro: «La Telaraña de Carlota», Wilbur, el cerdito, buscaba amistad y la encontró en la criatura menos pensada: una araña. Ambos aprendieron a convivir y a respetarse, pero sobre todo a compartir. No solo compartieron sus penas y sus alegrías, sino que a través de Wilbur, Carlota se ganó la simpatía y el cariño de los otros animales de la granja.

La amistad, dice la autora de esta novela, es una de las cosas más satisfactorias del mundo. Wilbur le pregunta a Carlota: —¿Por qué hiciste todo esto por mí? No lo merezco. Nunca he hecho nada por ti.

Carlota responde: —Has sido mi amigo.

¿Es suficiente? ¡Por supuesto que lo es! La amistad se da, sin excluir a nadie, buscando solo dar un poquito al otro, aunque a veces ni lo note.

Porque la amistad no es demandante, respeta.

En el momento en que un amigo hace demandas, ya no hay amistad sino enfermedad o confusión con el amor erótico. En cambio, el amigo no le pide al otro que cambie, sino que lo acepta tal como es. Ahora bien, puede que en la amistad uno cambie para ser mejor persona, lo que es una ganancia; pero no lo hace para complacer los caprichos del otro. 

C. S. Lewis, al hablar de los diversos tipos de amores, ensalza la amistad como una de las delicias más grandes de la vida pues, como él dice, es el amor menos instintivo, orgánico, biológico, gregario o necesario; no corta la respiración ni acelera el pulso. Sin embargo, es el círculo donde uno simplemente «es». La amistad nos permite ver las bellezas de los demás y por eso amamos al amigo con todas sus imperfecciones, pues estas son las que lo hacen especial. 

Porque la amistad no es absorbente, sabe esperar.

La amistad ejerce la paciencia más que el afecto o el enamoramiento. El amigo verdadero sabe dar espacio, pero disfruta lo más que puede el tiempo que su amigo le regala, ya sea cada semana, cada mes o cada año; de modo que cuando se vuelven a encontrar, ¡pareciera que el tiempo no ha pasado! La paciencia y el factor tiempo ejercitan los músculos de la amistad, pero por eso mismo se convierte en una relación más duradera.

En el libro: «El Viento en los Sauces», Sapo no es el mejor amigo; de hecho, el Topo, el Ratón y el Tejón se esfuerzan por soportarlo. No solo causa accidentes, sino que se ama demasiado a sí mismo. 

A diferencia de los demás, Sapo no sabe compartir y quiere ser el centro de atención, tanto así que organiza una fiesta y escribe en el programa: 

Discurso por el Sapo.

Conferencia por el Sapo. 

Canción por el Sapo, compuesta por él mismo.

Otras composiciones por el Sapo, las cantará en el curso de la velada su propio autor.

A pesar de sus peripecias, Sapo no aprende la lección. El Ratón le dice: «No mereces amigos tan leales y abnegados, Sapo. De veras, no los mereces. Algún día, cuando sea demasiado tarde, lamentarás no haber reconocido a tiempo su valor».

¡Que no nos pase esto! No seamos como Sapo, más bien aprendamos a dar espacio, a esperar, a no querer llamar la atención y a desligarnos del egoísmo, pues de eso se trata la amistad.

Recordemos que Dios no nos diseñó para servirle, amarlo ni disfrutar solos de las bendiciones que nos brinda. Así que valoremos a los amigos que ha puesto en nuestro camino. Vale la pena buscar amistades verdaderas y conservar las que ya tenemos. Compartamos, respetemos y esperemos. ¡Probemos un pedacito de cielo!


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