Hablemos sobre la ansiedad

Foto por Diana Gómez

Conoce mejor este padecimiento

Por Marisol Quintero

Fernanda y Sandy, amigas desde la infancia, solían ir los viernes al centro comercial para tomar una nieve. Desde que entraron a la secundaria, empezaron la rutina de los viernes, y todo iba bien hasta que un día Fernanda empezó a sentirse incómoda

—¿Estás bien, Fer? —le preguntó Sandy.

—No me siento bien… No puedo respirar… ¡No puedo respirar! —gritó asustada mientras una multitud las observaba con intriga.

¿Te parece familiar esta situación? 

La ansiedad es un sentimiento común que todos experimentamos en ciertos momentos de nuestra vida, principalmente cuando estamos bajo presión o no sabemos qué va a pasar. Puede surgir cuando nos enfrentamos a situaciones estresantes, como un examen, una decisión difícil, o cuando tenemos culpa por algo que hicimos. 

Es como esa sensación nerviosa que sentimos en el estómago o el corazón, cuando estamos preocupados por algo. Aunque a veces puede resultar incómodo, recordemos que es normal tener ansiedad y que hay formas de manejarla y superarla. 

Sin embargo, cuando la ansiedad se vuelve muy intensa y comienza a dificultar tu vida diaria, (como afectar tus relaciones o tu rendimiento en la escuela) se convierte en un problema que necesita atenderse. 

La ansiedad puede convertirse en un trastorno. Pero no te preocupes, ¡hay formas de ayudar! Con el tratamiento adecuado, las personas que tienen ansiedad pueden aprender a controlarla y hacer que su vida sea mucho mejor.

Algunos tipos de ansiedad

En el trastorno de ansiedad generalizada sientes ansiedad y preocupación la mayor parte del tiempo, no sólo en situaciones estresantes. Esta ansiedad es muy intensa, parece no tener razón de ser y dura mucho tiempo, al menos seis meses. Esto hace que sea difícil llevar una vida normal, ya que afecta tu desempeño en la escuela, el trabajo, con la familia y amigos, y a veces es difícil de controlar.

El trastorno de pánico es diferente. Las personas que lo padecen pueden sentir miedo intenso de morir o de no poder respirar. Esto puede afectar tanto su mente como su cuerpo, causando problemas emocionales y físicos. 

A veces, estas sensaciones son tan fuertes que la persona necesita ser hospitalizada para recibir ayuda y apoyo. Los ataques de pánico se caracterizan por suceder de repente y sin avisar. Después del primer ataque, a veces la persona se preocupa de que vaya a pasar otro. Incluso puede pensar que hay algo malo en su salud. 

Aún realiza cambios de comportamiento, como evitar hacer ejercicio porque siente que el corazón late demasiado rápido. Estos ataques alcanzan su punto máximo en unos 10 minutos y pueden durar hasta media hora, dejando muy cansada o exhausta a la persona. Pueden ocurrir varias veces al día o sólo una vez cada varios años.

En el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), los pensamientos ansiosos afectan la forma en que actuamos. Por ejemplo, preocuparse de haber dejado el horno encendido y sentir la necesidad de ir a verificarlo repetidamente para evitar un problema. Aunque esto puede parecer útil, a la larga puede llevar a comportamientos poco saludables. 

En otras palabras, estos pensamientos, ideas o imágenes que se meten en la cabeza causan mucha ansiedad. De hecho, se llaman obsesiones. 

Para tratar de calmar esa ansiedad, la persona siente la necesidad de hacer ciertas cosas una y otra vez. Estas acciones se llaman compulsiones. Por ejemplo, tener miedo a contaminarse y sentir el impulso de lavarse las manos una y otra vez. O la necesidad de contar cosas u organizarlas de cierta manera para sentirse tranquilos. Aunque suena como algo muy difícil de manejar, hay ayuda disponible. Si sientes que el TOC está afectando tu vida diaria, habla con un adulto de confianza o busca ayuda profesional.

El trastorno de estrés postraumático (TEPT) puede suceder después de vivir una experiencia realmente aterradora o traumática. 

Puede hacer que la persona se sienta muy mal y le impida hacer las cosas que solía hacer sin problemas. Cuando alguien tiene TEPT, a veces revive el evento traumático una y otra vez en su mente. Puede tener pesadillas sobre lo que pasó, sentir mucha ira o estar siempre irritables, incluso sentirse desconectados emocionalmente de los demás. 

Además, es posible que evite lugares, personas o actividades que les recuerden lo que les sucedió. Por ejemplo, si alguien estuvo en un accidente grave, fue víctima de abuso sexual o sufrió tortura, eso podría desencadenar TEPT. 

Es esencial entender que el TEPT no es algo de lo que se deba avergonzar, y que hay formas de obtener ayuda y apoyo para manejarlo. Hablar con alguien en quien confía o buscar la ayuda de un profesional de la salud mental, puede marcar la diferencia y ayudar a superar este desafío.

La fobia social es cuando la persona siente un miedo intenso e irracional en situaciones sociales. Estar nerviosa o ansiosa cuando tiene que hablar en público o estar con gente. Puede tener miedo de que la juzguen, critiquen o se rían de ella. Es como sentir que todos la están observando y eso la hace sentir mal. 

También la fobia social le afecta cuando tiene que hablar por teléfono o comer delante de otras personas. Se siente tan nerviosa que no puede controlar su miedo y ansiedad, así que trata de evitar estas situaciones. A menudo, la gente confunde la fobia social con ser tímida, pero son cosas diferentes.

En la fobia específica la persona tiene miedo intenso e irracional hacia algo, como una situación, objeto, lugar o incluso un insecto. Evita ese algo porque la hace sentir ansiosa. A veces, este miedo puede afectar su vida diaria y hacer que sea difícil funcionar con normalidad. Hay muchas fobias diferentes, algunas bastante raras. 

Ahora hablemos de la ansiedad anticipatoria. Si bien nuestro cuerpo nos informa de situaciones de peligro para actuar, con este tipo de ansiedad la persona está nerviosa antes de que algo suceda. El estrés resulta intenso y provoca que piense que está a punto de algo terrible. 

Piensa que no puede hacerlo bien, que algo no tiene solución, que quedará en ridículo o todo saldrá mal. Su corazón late más rápido de lo normal, siente mareos o ganas de vomitar, suda en exceso, sus músculos se tensan y le duele la cabeza. Podría pensar que está teniendo un ataque cardíaco, por lo general necesitará ayuda profesional y terapias para aumentar la confianza en sí misma y enfrentar las situaciones que crean esta ansiedad. 

La pregunta es: «Si tengo algún trastorno de ansiedad, o si simplemente percibo que estoy más ansioso que de costumbre, ¿cómo lo enfrento?» Como hemos comentado anteriormente, nuestro ser se compone de espíritu (que es nuestra capacidad para discernir el bien del mal y tener una relación con Dios), el alma (que es la parte de nuestro ser donde radican nuestras emociones y sentimientos), y cuerpo (que es nuestro organismo con sus funciones externas e internas, conscientes e inconscientes). Dios, que nos creó, sabe cómo funciona cada parte de nuestro ser, por ello nos pide en Su Palabra, la Biblia:

«Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo»  (1 Tesalonicenses 5:23 Reina-Valera 1960).

Nuestro cerebro teje redes neuronales a las que llamamos aprendizaje. Así como tenemos aprendizajes positivos, también hemos aprendido cosas que son perjudiciales para nuestra integridad. Nuestra mente va construyendo pensamientos, acciones, deseos, y muchas de estas maneras de pensar nos llevan a hacer o sentir cosas que no nos hacen bien. La ciencia nos habla de una terapia cognitivo conductual (TCC), que es un tipo de terapia que ayuda a entender cómo nuestros pensamientos y acciones están conectados, y se influyen mutuamente. Se basa en dos ideas principales:

Pensamientos: La TCC nos enseña a identificar y comprender nuestros pensamientos. A veces podemos tener pensamientos negativos o distorsionados que nos hacen sentir mal. La terapia ayuda a reconocer esos pensamientos y a cambiarlos por otros más realistas y positivos.

Acciones: También nos ayuda a observar nuestras acciones y comportamientos. Aprender a identificar qué acciones nos hacen sentir mejor y cuáles nos hacen sentir peor. La terapia nos anima a hacer cambios positivos en nuestra vida diaria para mejorar el bienestar emocional.

Pero nada de esto es novedad para Dios, quien nos habla en Su Palabra de la importancia de cuidar nuestros pensamientos y acciones.

Filipenses 4:4-9 empieza diciendo: 

Estén siempre llenos de alegría en el Señor. Nuevamente lo digo: ¡Alégrense!

Leer esto no resulta nada sencillo en medio de la dificultad o cuando el temor nos invade o cuando hemos sufrido un trauma. Sin embargo, el Apóstol Pablo, verso a verso nos indica cómo lograr esa alegría. 

Que todo el mundo sepa que ustedes son amables. El Señor está cerca… 

Uno de los remedios más eficaces para el manejo de la ansiedad es dejar de lado el «ensimismamiento», es decir, dejar de pensar en mí, luego en mí y después en mí, para empezar a pensar en los demás y darles un trato amable, como el que me gusta recibir. Así pensamos en el servicio como una oportunidad de honrar a nuestro Dios, que está cerca. 

No se preocupen por nada; en cambio oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho…

No se preocupen… ¡Qué fácil decirlo! Y hasta con sarcasmo podemos decir: «Gracias, Pablo, ¡ya con eso me curé!». 

Sin embargo, después de animarnos a no preocuparnos nos dice: oren por todo. Cuando tenemos un problema, temor o dificultad lo primero que queremos hacer es decírselo a alguien que nos aconseje, o nos ayude a resolverlo, y ¡quién mejor que Dios! Él es Todopoderoso, Él ha dicho que cuidará de nosotros, y si analizamos a profundidad el texto nos dice que le demos gracias por todo lo que Él ha hecho ¿Tú crees que Dios necesita nuestra gratitud? ¡Claro que no! Dios se basta a sí mismo. 

Dios no necesita nada de nosotros, pero Él conoce cómo funciona nuestra mente. Tenemos una memoria corta para las cosas buenas y una memoria grande para las dificultades, así que, cuando Dios nos dice que le demos gracias por todo lo que Él ha hecho, lo hace para que nosotros recordemos quién es Dios y recordemos su fidelidad, su fortaleza, cómo nos libró del peligro, como proveyó para nuestras necesidades. Él es inmutable, es el mismo ayer y hoy y por los siglos.

Entonces experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. Su paz guardará sus corazones y mentes mientras vivan en Cristo Jesús…

Solamente al recordar y agradecer quién es Dios y cómo nos ha acompañado en el valle de sombra y de muerte, podremos experimentar la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. Es una paz que guarda nuestro corazón y ¡nuestro pensamiento! No existe mejor terapia que la que Dios ha diseñado para nuestras vidas. Una Palabra Viva que renueva nuestro entendimiento, que puede llevar nuestra mente cautiva a Cristo, renovando nuestras redes neuronales y modificando nuestra conducta de forma óptima, cuando confiamos y obedecemos SU Palabra. ¿Empezamos?


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