Conectados con todos y con nadie

Foto por Andrea Hernández

Resuélvelo desarrollando los factores que te pueden ayudar 

Por Sheila Hernández Huerta

¿Te ha pasado que asistes a una reunión entre amigas y, cuando menos te das cuenta, dejan de mirarse cara a cara para sumergirse en su celular?  

¿O que, al término de una clase, de manera desesperada, buscas tu celular como si tuvieras un importantísimo mensaje?

¿O tal vez cuando llegas a un lugar por primera vez te da entre nervios y desinterés conversar con otros? 

¿O simplemente no sabes qué decir, y entonces buscas tu celular y te conectas?

¡Te conectas con todos y a la vez con nadie!

Las estadísticas nos dicen que México ocupa el cuarto lugar en el mundo de usuarios que más tiempo gastan en redes sociales. Y este consumo se incrementó en los últimos años tras la pandemia. 

Las redes que más se usan en México en el 2024 son:  1. Facebook, 2. YouTube, 3. TikTok, 4. FB Messenger, 5. Instagram, 6. LinkedIn, 7. X, 8. Snapchat. Y, según los consumidores, las usan para conectarse con amigos y familiares, consumir contenido (estar al día) y buscar pareja.

Los estudios en neurobiología interpersonal nos dicen que todos los seres humanos estamos diseñados biológicamente con la necesidad de buscar conexión, es decir una relación cercana de confianza y cercanía con alguien, desde que nacemos hasta que morimos.

Por tanto, dicha necesidad se encuentra en nuestro ADN. Los expertos en el desarrollo infantil nos dicen que cuando un niño ha adquirido seguridad por tener al menos una persona que esté presente para él desarrolla capacidades sociales y emocionales, y se le facilita conservar relaciones humanas significativas.

En pocas palabras todos necesitamos sentirnos seguros, vistos, consolados y a salvo. Cuando estas necesidades se satisfacen de manera constante, sustentan una estructura cerebral plena en el ser humano. 

Tristemente, hoy los encuentros cara a cara han disminuido y se han intercambiado por las conexiones virtuales. En realidad, este tipo de formas de conexión nos dejan con indigestión social y una profunda hambre de relaciones reales. Sin que te des cuenta, la falta de conexiones personales verdaderas te dejan sintiéndote insegura, ignorada, desconsolada y en peligro.

¿Te acuerdas de Caleb, uno de los doce espías que fueron a Canaán? En Números 14:24, Dios hizo una distinción muy significativa al mencionar: «Sólo a mi siervo Caleb lo llevaré a la tierra donde él entró… porque en él hay otro espíritu y porque ha decidido seguirme» (RVC).

Si lees la historia con detenimiento encontrarás a una multitud que se atemorizó de manera irracional y alteró su realidad. Las consecuencias fueron evidentes: miedo, inseguridad, peligro. Caleb, sin embargo, se sentía seguro, visto, consolado y a salvo, porque sabía quién era Dios. 

La multitud se desconectó de Dios porque prefirió escuchar a las voces mayoritarias, en este caso, los otros diez espías. Dejaron de ver a Dios y de confiar en Moisés, Aarón, Caleb y Josué a quienes conocían. Cuando estás frente a las pantallas, pasa algo semejante. 

En cierta forma te desconectas de Dios pues prefieres escuchar las voces de millones más, y también dejas de confiar, en cierto sentido, en las personas de carne y hueso que conoces y te rodean, como tus padres, tus amigos cercanos, tus maestros y tus líderes de iglesia. 

Te vas despojando, como capas de cebolla, de la seguridad, la presencia, el consuelo y la salvación que Dios te provee y que te muestra a través de las personas a tu alrededor. Así, al final de una sesión en las redes, te quedas con hambre de compañía, que muchas veces ni siquiera sabes identificar. Las redes han anestesiado tu soledad, pero no lo percibes. 

Piensa en esto: cuando estás con una persona cara a cara los dos se esfuerzan por escuchar, por compartir, por comprender. Cuando tus relaciones son sólo a través de la pantalla, tu trabajo es nada más mirar. Nadie te está escuchando; tú realmente tampoco lo estás haciendo con atención. ¿Con quién compartes? ¿Cuánto realmente puedes abrir tu corazón? ¿Te esfuerzas en comprender al otro? ¿Los demás buscan entenderte? 

¿Sabías que la palabra adicto y la palabra dictador tienen el mismo origen? Las buenas noticias vienen ahora. 

Hay factores de fortaleza que se pueden desarrollar:

  • La neuroplasticidad: Tu cerebro puede moldearse según las nuevas experiencias que le proveas. Sé puntual y específica en crear relaciones personales reales, cara a cara. Sobre todo, busca a Dios de manera intencional. Empieza a pasar un tiempo de silencio, de oración y de lectura bíblica todos los días. Encontrarás la seguridad y el consuelo que necesitas, para que, en los momentos difíciles, así como el apóstol Pablo, puedas decir: «Todos me abandonaron, pero el Señor sí me ayudó y me dio fuerzas» (2 Timoteo 4:16-18).

  • Tu capacidad atencional:  Dicen que el pintor tiene el pincel, el cirujano el bisturí y el ser humano tiene la atención; donde tú la fijes se harán conexiones neuronales y harán nuevos caminos. Concéntrate cuando tengas un encuentro con una persona y observa detenidamente sus palabras, sus silencios, su corporalidad y sus emociones. Recuerda que en una sola sesión no aprendes un deporte, así que sé perseverante como una hormiga. Te sorprenderás de los hallazgos. Pero por sobre todas las cosas, dirige tu atención a Él, sí, a Jesús.

¡Hoy puedes empezar! No te desconectes de Dios ni de los demás, encuentra en relaciones sanas lo que necesitas para sentirte segura, vista, consolada y a salvo. Di como David: 

«Mi corazón te ha oído decir: Ven y conversa conmigo. Y mi corazón responde: Aquí vengo Señor». (Salmos 27:8)


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